(un vecino de Valencia despide a su ex-alcaldesa)
Hoy las gaviotas vuelan bajo. Hoy doblan las campanas y las copas de balón. Aunque te vas sin irte, siento que toca decirte adiós. Como tantos jóvenes valencianos, crecí pensando que las municipales eran tu cumpleaños, puro formalismo para verte saltar, para verte reír. Por no haber cambios casi ni cambiabas de atuendo. Y no te negaré tu séquito. Sería hipócrita que hoy no te llorase esta ciudad cuando la absoluta mayoría de sus miradas fueron tuyas. Las abuelas envisonadas del centro deberían guardar luto una legislatura. Romi Lachi. Me pregunto qué será de los taxistas. Qué será de los que miran al cielo con temor a que lluevan catalanes. Y qué de los pobres que ahora se sorprenden al descubrir que son pobres. Y qué de los ricos que ahora se sorprenden al recibir su citación judicial. Dejas huérfanos a muchos que iban soñando detrás de ti.
Porque qué duda cabe que fuiste una gran soñadora, si hasta soñaste una capital sin un país. Amante sin igual de la cartografía, tanto y tanto quisiste ponernos en el mapa que hiciste de la ciudad una chincheta. Alma caritativa, que diste de comer a los niños malnutridos un puente jamonero. Y dejaste una caricia que todavía corta las fachadas de los pescadores, como esas plaquitas que se ponen después de las riadas: hasta aquí llegó la avenida.
Excelentísima herida, musa de mil manifestaciones, letra de nuestros gritos y canciones, yo creo que echaremos de menos tu sombra. Porque ¿qué será de esta sonrisa vertical sin tu carmín? ¿Quién sacará ahora la lengua bífida del Turia? Hace un año nos dejaste y de repente llegó el verano, de repente el futuro. Y nosotros, ese pueblo amable que te disparaba por correo. Nadie te vitoreó nunca desde el tendido, nunca nadie te cantó “que bote”. Sólo quedan tus pirámides, nuestro desierto, y los turistas. Por eso quiero recordarte, ahora que dicen que hemos ganado, y tú saltas del AVE como huyendo del revisor. Lejos de la euforia de los bandos, te recuerdo y me pregunto cómo será, qué diremos, cuando vuelvan las derrotas, y no queden más villanos.